Solo en el 2010 el sistema judicial conoció 57 mil denuncias de violencia intrafamiliar, en los cuales la gran mayoría de víctimas son mujeres y niños, que son los casos más difundidos; sin embargo, también se reportaron cuatro mil 891 hechos en los cuales el agredido fue el esposo.
Debido a los estereotipos machistas, los hombres no se atreven a hacer pública su situación, y si lo hacen es porque se ha llegado a extremos insoportables.
De hecho, el hombre y la mujer violentados tienen en común esconder los golpes, laceraciones y, en fin, su congoja. Resisten gritos, insultos y amenazas, sin atreverse a denunciar.
“Hemos visto casos extremos donde el hombre le tiene hasta miedo a la mujer, porque es tan violenta que incluso sabe manejar armas”, refiere José Posadas, psicólogo del Juzgado Primero de Familia.
Pocos denuncian
“Pocos hombres víctimas de violencia se animan a denunciarlo, por el machismo en el que se vive”, explica una jueza de Familia que pidió el anonimato.
Debido a la baja percepción de este problema, los hombres agredidos tampoco tienen muchas opciones para solicitar ayuda.
Elvira Samayoa, del Programa de Prevención y Erradicación de la Violencia Intrafamiliar (Propevi), uno de los pocos que atienden este tipo de casos, comenta que en la entidad funcionan al menos 15 grupos de autoayuda para hombres agredidos.
Casos extremos
Una de las historias más extremas que ha conocido Samayoa es la de un hombre que pidió ayuda porque su esposa lo golpeaba en forma salvaje. “Ella era sordomuda, pero sus gritos eran tan fuertes que los vecinos creían que él la golpeaba, hasta que una vez se dieron cuenta de que era la señora quien golpeaba al señor, con lo que tuviera en la mano”, cuenta Samayoa.
Fue necesario un intérprete para comunicarse con ella, y fue así como se confirmó que era la agresora
Las golpizas fueron el extremo de una serie de manipulaciones que empezaron con órdenes pequeñas como hacer que él cocinara o ayudara con las tareas de los niños, lo que después se convirtió en obligación.
Cuando él ya no hacía las actividades como a la esposa le gustaba, dejó de darle de comer, y después comenzó el proceso de la agresión física.
Otro caso es el de un hombre que se casó con una salvadoreña que había sido trabajadora del sexo. Él trató de darle todas las comodidades que le permitía su sueldo, pero para ella no fue suficiente y empezó a exigir más.
Cuando ya no fue posible que él accediera a sus peticiones, la esposa lo denunció en falso ante un juez de Paz, por violencia.
La mujer logró obtener la custodia de sus hijos y les prohibió que vieran a su padre, de quien se burlaba e insultaba cada vez que podía.
También se reporta que algunas esposas acosan a sus maridos y los vigilan de manera obsesiva, por celos, lo que ha motivado a algunos de ellos a denunciar la situación en el Propevi.
Samayoa refiere el caso de una esposa tan celosa que el hombre prefirió irse de la casa. En su desesperación, ella se golpeó para denunciarlo, y cuando ya no logró que regresara, pidió medidas para impedirle al esposo que pudiera ver a sus hijos.
Las grandes víctimas
En todo caso de violencia intrafamiliar, sea él o ella la víctima, quienes más sufren son los hijos, pues afrontan el dolor de ver sufrir a un ser amado. Además, la autoestima, los valores y patrones de crianza se distorsionan.
Lo peor del caso es que las cifras son altas. Propevi conoció entre el 1 de enero y el 31 de marzo últimos, 783 casos en donde los hombres eran los denunciantes, aunque las quejas de mujeres se quintuplican.
Si una persona necesita ayuda puede marcar el número telefónico 1515 para mayor orientación.
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