
Oren en Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos (Efesios 6:18).
Muchos cristianos hablan de las maravillosas respuestas que Dios ha dado a sus oraciones. Parece que Dios responde a cualquiera… menos a ti. Cuanto más nos enteramos de los éxitos de la fe de otros, inevitablemente solemos comenzar a compararlos con la que consideramos nuestra pobre o, cuando menos inferior, experiencia espiritual.
Es posible que incluso ahora mismo te preguntes: « ¿ Estaré mal yo, o será que al Señor le molesta mi forma de orar…? ¡Ah, ya sé! Lo que sucede es que no me arrodillo al orar; seguro que si oro de rodillas habrá un mejor resultado ». No obstante, incluso después de probarlo, sigues sin obtener lo que esperas. ¿Qué hacer, entonces? Recuerda que no es Dios quien cambia al orar, más bien, somos los seres humanos quienes sufrimos una transformación.
Dios es perfecto, ¿Qué le vas a cambiar? ¡Los que debemos cambiar somos nosotros! Muchas de nuestras peticiones al orar están basadas en motivos egoístas, y es necesario modificarlas. Por eso hay que orar mucho, para que el Espíritu Santo tenga un espacio para transformar poco a poco nuestra conciencia.
También es cierto que Dios no responde las oraciones de los que son abiertamente a su Palabra: « Dios aborrece hasta la oración del que se niega a obedecer la Ley » (Proverbios 28:9). Pero por otra parte, el calendario y el reloj del Señor son diferentes de los nuestros, a la hora y el momento de concedernos lo que pedimos. Así que, si no contesta inmediatamente, no significa que no lo vaya a hacer más adelante.
« Asciendan a él las peticiones fervientes, imperfectas, humildes, para que les dé sabiduría a fin de que tengan éxito en salvar no solo sus propias almas, sino las de otros »
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