Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas: « ¡Lázaro, sal fuera! » (Juan 11:43)
¿Te imaginas lo que hubiera pasado si Jesús solamente hubiera dicho « ¡Salgan todos fuera! »? Yo me puedo imaginar un gran terremoto y todas las tumbas de Betania abriéndose para dejar salir a sus muertos. « Para muestra basta un botón », eso fue lo que pasó en Betania. Fue una muestra de lo que ocurriría cuando Jesús, « con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios » (1 Tesalonicenses 4:16) llame a sus hijos que están descansando en todos los cementerios del mundo, o que desaparecieron en el mar, en las montañas y en los ríos; o aquellos que fueron quemados o incinerados, o devorados por las bestias.
En el capítulo 11 de Juan se presenta la perspectiva de Cristo acerca de la muerte. Aunque tal vez parezca que es muy duro decirlo, de acuerdo con lo dicho por Jesús, una enfermedad repentina no es lo peor que le puede pasar a una familia. Las hermanas de Lázaro consideraron que se trataba de una emergencia tan grande que era necesario informar al Señor: « Tu querido amigo está enfermo » (Vers. 3).
Para Jesús, evidentemente, no se trataba de una emergencia, pues « se quedó dos días más donde se encontraba » (vers. 6). Aunque tal vez, también parezca muy insensible decirlo, desde la perspectiva de Cristo la muerte no tiene un significado tan dramático. Lo dijo en forma tan suave que parece que la muerte no le preocupaba tanto: « Nuestro amigo Lázaro duerme » (vers. 11).
Esta perspectiva de Jesús descansa en dos premisas fundamentales:
En primer lugar, su poder sobre la muerte. Él se declara en este pasaje como « La resurrección y la vida » (vers. 25) Y luego, su compromiso con aquellos que creen en él, el de una vida eterna. Cristo promete que todo aquel que cree en él, « no morirá eternamente » (vers. 26, RV95).
Esta es la perspectiva de Cristo en medio de las realidades de la enfermedad y la muerte. Es nuestro privilegio participar de esta perspectiva, de esta esperanza viva y transitar seguros en medio del gran conflicto.
« Los jóvenes han sido comprados a un precio infinito: el de la misma sangre del hijo de Dios »
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