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Y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (Efesios 6:1).
La espada ha sido, durante casi toda la historia humana, el arma representativa de la milicia. Todavía es usada por los jefes y oficiales en los desfiles de gala de muchos ejércitos. Era un instrumento que brindaba seguridad, confianza y poder para vencer a los enemigos.
La imagen de la espada ocupa un lugar destacado en personajes históricos como el Cid campeador y su espada Tizona, el mítico rey Arturo y su famosa Excalibur; la espada de Simón Bolívar se convirtió en símbolo de liberación en Latinoamérica. Guadalupe Victoria, primer presidente de México, dijo: « Va mi espada en prenda, voy por ella ». Rendir la espada era una forma de admitir la derrota; destruirla, era degradante. Pero entregarla en un gesto de amistad representaba un gran honor para quien la recibía, así como un gesto de paz y amistad perdurable para quien la regalaba.
Los cristianos también tenemos una espada, La Palabra de Dios. Nunca debemos renunciar a ella, porque sería aceptar la derrota en el gran conflicto entre el bien y el mal; pero tampoco debemos destruirla ni atacarla, porque no puede haber mayor deshonor para un creyente. ¡Es necesario usarla en la batalla! Pero un ejemplar de las Sagradas Escrituras es una señal de aprecio y amistad para las personas que más apreciamos, así como un verdadero honor recibirla de manos de quienes así nos estiman.
Sobre la Biblia, Jesús dijo una de sus declaraciones más impactantes: « No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios » (Mateo 4:4). Los seres humanos necesitamos de las Escrituras para vivir. ¡Cristo lo dijo! La vida no es solamente comer, trabajar y divertirnos. ¡Necesitamos alimento espiritual!
¿Tienes tu espada a la mano esta mañana? ¡No la olvides! ¡Defiéndete!
« Tome el estudiante la Biblia por su guía, permanezca firme en los principios, y entonces podrá aspirar a alcanzar cualquier altura »
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