« Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados » (Mateo 1:21).
¿Has leído alguna vez el primer capítulo del Evangelio de Mateo desde el versículo 1 al 15, tratando de encontrar un mensaje de Dios para tu vida? Te encontrarás con 47 diferentes personajes. Los nombres de muchos de ellos seguro que te resultarán familiares si conoces el antiguo testamento. Algunos son bien conocidos y hasta figuran en la galería de los héroes de la fe de Hebreos 11, es decir, de los personajes bíblicos que podríamos calificar como ilustres.
Es posible que además conozcas, asimismo, las debilidades de ellos. En la Biblia parecen no solamente sus fortalezas, sino también sus decisiones erróneas y sus tristes resultados. Cuando leo esta sección del primer Evangelio digo: « Todo lo bueno comienza con el versículo 16, cuando aparece por primera vez en el Nuevo Testamento el precioso y poderoso nombre de “Jesús, llamado el Cristo” ». Así como todo lo bueno en este Evangelio comienza con Cristo, he oído testimonios de muchas personas, que dicen: «Todo lo bueno en mi vida empezó cuando conocí a Cristo ».
Al leer todos los nombres, seguramente vendrán a tu mente escenas tristes de algunos de los personajes. En realidad, los antecedentes de la familia terrenal de Jesús, no eran algo de lo cual él pudiera estar muy orgulloso. Eran credenciales muy manchadas por acciones pecaminosas que recuerdan claras rebeliones en contra de Dios y su Palabra (vers.3,5,5). Por eso el propósito de la vida de Jesús se resume en el texto de esta mañana: « Salvará a su pueblo de sus pecados » (vers. 21).
Es muy peligroso mantener una religión cuando se está pendiente de lo que haga el «pueblo ». Si mantienes tu vista en las faltas de los que te rodean en la iglesia, te aseguro que te cas a desanimar, porque en el pueblo están los pecados. El texto de hoy nos invita a levantar la vista y poner nuestra atención en Jesús. Mirar al pueblo contribuye a enfrentar la vida con temor. Mirar a Jesús nos da libertad, agradecimiento y gozo.
« A medida que la mente se espacia en Cristo, el carácter es modelado a la semejanza divina »
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