Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: « ¡Animo, hijo, tus pecados quedan perdonados! ». (Mateo 9:2).
En el tercer evangelio se nos informa de que fueron cuatro los hombres que llevaron al paralítico a Jesús, y que, impedidos por la multitud, no pudieron entrar (Marcos 2:2,4). Sin embargo, estaban tan decididos que no cedieron frente a este obstáculo. Corrieron el riesgo de meterse en problemas y subieron por el techo. Desde allí hicieron una abertura y descolgaron al paralítico. Era la gran oportunidad de presentarse ante el Maestro, cuya fama ya se había difundido por toda Galilea. El enfermo tenía una gran necesidad, de modo que no importaban cuáles obstáculos se presentaran, lo iban a poner frente a Jesús.
¿Puedes imaginarte un sermón interrumpido de esa manera? ¿Cómo lo llamarías? ¿Impertinencia? ¿Atrevimiento? ¿Confianza? Para ellos lo importante era que ahroa el paralítico se encontraba a los pies de la Fuente de Salud y Vida. Lo que no sabían era que también estaban ante la Fuente del Perdon y la Paz. Jesús percibió la más profunda necesidad de aquel hombre. Su corazón necesitaba el perdón antes que la sanidad física. Su alma se sentía alejada de Dios, y necesitaba saber que seguía siendo un hijo amado por Dios.
Nuestro Salvador Primero se percató de la gran fe de los amigos del paralítico y, a continuación, con voz cariñosa, animó al enfermo llamándolo « hijo ». Luego brotan de sus labios las palabras más hermosas que el paralítico haya escuchado jamás: « Rus pecados quedan perdonados ». ¿Puedes imaginar la sonrisa del paralítico al escuchar esa expresión saliendo de la boca del Maestro?
Luego, para darle fuerza a su misión de Salvador, Sanador y Libertador, añadió una bendición adicional. Mateo 9:7 lo dice con una breve y contundente frase: « Y el hombre se levantó y se fue a su casa ». ¡Un hombre inválido es descolgado por el techo y sale caminando por la puerta grande!
Cuando encuentres a alguien con necesidad espiritual o material, ¡no olvides que, ante todo, tienes que llevarlo a Cristo! ¡puedes ir tú mismo y jamás serás defraudado!
« La fe debe morar en el seguidor de Cristo, porque sin esto es imposible agradar a Dios »
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