lunes, 31 de mayo de 2010

El toque certero

La mujer, al ver que no podía pasar inadvertida, se acercó temblando y se arrojó a sus pies. En presencia de toda la gente, contó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante. « Hija, tu fe te ha sanado –le dijo Jesús--. Vete en paz » (Lucas 8:47,48).

« No sé cuánto tiempo hemos estado rodeando a Cristo y ni siquiera hemos alcanzado a tocar el borde de su manto ». Estas palabras las escuché decir en un sermón al pastor Moctezuma, líder de la Iglesia en la División Interamericana durante muchos años. Podemos estar muy cerca de Cristo, incluso llegar a decir que nos « codeamos » con él.

« ¿Qué tiene que ver que te toquen --le dijo Pedro-- . La multitud te aprieta y oprime? » (Ver Lucas 8:45). ¿Cuán común ha llegado a ser para ti tocar a Cristo? Hablas de él en la iglesia, recuerdas sus historias, admiras su valor y su ternura. Quedas encantado con las manifestaciones de su misericordia, recitas poemas y cantas en su honor. Incluso te puedes atrever a discutir acerca de su naturaleza, sus milagros, sus discursos, sus entrevistas. Puedes llegar a leer monografías, tesis y libros acerca del significado de su sacrificio. Puedes llegar a comprender las presentaciones de grandes teólogos y también puedes rebatir las conclusiones incrédulas de grandes filósofos, ¿Y qué?

¿Has experimentado alguna vez en tu vida el poder milagroso que trae a tu alma sanidad y paz? De esta maravillosa historia a la que se refiere el texto de hoy quisiera compartir dos lecciones:

· La primera es que te acerques a Cristo en busca de su poder sanador. Él va a distinguir el toque impulsado por tu gran necesidad. No tienes que hacer grandes demostraciones de tu búsqueda de Cristo. No necesitas ser visto por nadie si no quieres. Tampoco necesitas decir nada. Acércate a él en oración y dile en tu pensamiento que te dé la más grande bendición para tu vida. Esas son peticiones que Dios contesta al instante (vers. 44).

· No te rehúses a testificar si Cristo te brinda la oportunidad. Si él te llama a testificar delante de multitudes, puede ser que lo hagas temblando (vers. 47), pero al declarar el testimonio de tu propia experiencia, el nombre de Cristo será glorificado.

« Todos los que están de parte del Señor han de confesar a Cristo »

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