miércoles, 26 de mayo de 2010

El ángel protector

El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su la está para librarlos (Salmos 34:7).

Este es un texto que muchos hemos memorizado desde pequeños. En nuestra infancia escuchamos muchas historias del cuidado protector de los ángeles. Recuerdo muy bien un cuadro que colgaba en las paredes de muchas casas. Se trataba de dos niños a medio cruzar un rústico puente, apenas a la orilla, con el peligro de caerse al río. Pero allí estaba el ángel con el brazo extendido, listo para tomar a cualquiera de los niños en la eventualidad de que resbalaran y pusieran en peligro su vida.

Pero ahora, como joven, tal vez te preguntaras por qué ocurren ciertas tragedias: Un accidente en el que nos parece que el ángel se distrajo. Un ataque sorpresivo en el que algún delincuente parece haber superado al poderoso ángel del Señor. Una enfermedad que se escabulló por debajo de lo que el ángel construyó como defensa, y que ahora consume a un ser querido. No pareciera haber ninguna otra explicación lógica, sino esa de que los ángeles en esos casos no actuaron como debieron.

« A su lado está para librarlos » ¿Librarlos de qué? Nunca debemos perder de vista que el marco de existencia que Dios nos ha regalado es mucho más que los breves años que pueda durar nuestra vida terrenal. Podemos llegar a contar setenta, ochenta, noventa como mucho.

El ángel del Señor nos defiende de muchos peligros que amenazan nuestra seguridad. Hemos escuchado muchos testimonios al respecto. Yo mismo he experimentado un cuidado especial en determinadas circunstancias de peligro de muerte. He sentido como una mano literalmente me ha detenido o una conversación me ha hecho ir por otro camino.

Sí, el ángel del Señor nos ha librado de muchas circunstancias de peligro de muerte. Solamente la eternidad nos podrá al día de cuántas veces, acampando a nuestro alrededor, nuestro ángel nos libró. Pero, además, el ángel del Señor siempre nos librará de las amenazas de perder la vida eterna. Eso sí es seguro.

El Salmo termina con esta perspectiva: « El Señor libra a sus siervos; no serán condenados los que en él confían » (vers. 22).

« Todos debemos tratar ahora de armarnos para la lucha en la cual deberemos empeñarnos pronto »

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