El principio de la sabiduría es el temor del Señor; buen juicio demuestran quienes cumplen sus preceptos. ¡Su alabanza permanece para siempre! (Salmos 111:10).
El Doctor Marcerlo Hammerly Dupuy bajó del automóvil para visitar los vecinos de la doctora Raquel de Korniejczuk. Sus hijitos jugaban en el patio frente a la casa y miraban con curiosidad cómo el anciano se bajaba del vehículo. « ¿Saben quién es este señor? » dijo la madre a sus pequeños. « Él es quien escribió la Enciclopedia Médica Moderna ».
Ellos sabían que su mamá utilizaba la Enciclopedia Médica Moderna para diagnosticar y tratar las enfermedades comunes de toda la familia. Y lógicamente veían siempre con respeto y admiración los tres tomos de esa colección que contiene tan buena y completa información médica. « ¡Es un sabio! », susurraron los niños.
¿Quién es un sabio? ¿La persona que puede escribir una obra literaria o científica de éxito? ¿La que tiene un nivel posgrado? ¿Será más bien la que gana el premio Nobel? ¿En realidad la sabiduría la alcanzó la persona capaz de repetir de memoria libros enteros de la Biblia? Pues fíjate, que no.
El rey David señala que le temor del Señor es el origen de la sabiduría. La sapiencia no se consigue con la acumulación de conocimiento, ni con la fama, ni con el ejercicio de la memoria. Salomón, el hijo del rey David, descubrió en su juventud cuál es el secreto de la sabiduría. El Señor se le apareció en sueños y le ofreció que le concedería lo que quisiera, algo así como un cheque en blanco.
Salomón identifico su necesidad: La inexperiencia. Así que su petición no fue ni riqueza, ni fama, ni poder. « Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal » (1 Reyes 3:9). A Dios le agradó la solicitud de Salomón y le dijo: « Yo te concedo sabiduría e inteligencia como nadie las ha tenido antes que tú ni las tendrá después de ti» (1 Reyes 3:12 DHH).
« Los que dan oído a las instrucciones del Maestro divino obtienen constantemente más sabiduría y nobleza del alma »
Bendiciones…
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