Y volverán los rescatados por el Señor, y entrarán en Sión con cantos de alegría, coronados de una alegría eterna. Los alcanzarán la alegría y el regocijo, y se alejarán la tristeza y el gemido (Isaías 35:10).
Después de las reuniones familiares en torno al féretro donde descansa un familiar, concluidos los diversos cultos de consolación, iniciamos una de las caminatas más tristes… rumbo al cementerio. Se trata de una despedida. Y si las despedidas son tristes, las que se producen ante una tumba, mucho más.
¡Qué caravana de tristeza la de las mujeres que habían ido desde Galilea aquel viernes de tarde cuando Jesús quedó sepultado! El registro sagrado dice: « Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumenes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento » (Lucas 23:56). Sepultaron a Jesús, y con él todas sus esperanzas.
No podría imaginarse la alegría con la que recorrerían ese mismo camino el domingo de mañana. El testimonio bíblico asegura que la tumba de Jesús estaba vacía y el mensaje del ángel fue que Jesús resucitado (Mateo 28:6). No puede ser hallado entre los muertos, ¡el vive! (Lucas 24:15). « Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él » (1 Tesalonicenses 4:14, RV95).
Por eso, cada vez que voy al cementerio o que emprendemos el regreso después de dejar a alguno de nuestros familiares o seres queridos, pienso en la algarabía que se producirá en todos los cementerios del mundo cuando Cristo venga, pues « los muertos en Cristo resucitarán primero » (1 Tesalonicenses 4:16).
¿Te puedes imaginar a miles de familiares ir a los cementerios llenos de gozo y alegría con los brazos abiertos para encontrarse con sus padres, sus hijos, sus hermanos, sus abuelos? ¿Te imaginas que regresen a sus casas en la caminata de la esperanza? ¿Esperanza, dije? ¡No, sino la certeza de la promesa cumplida! Será un gozo perpetuo, para siempre, eterno. Por eso, el profeta Isaías, en este mismo capítulo nos asegura de la fortaleza para nuestras « manos cansadas » y nuestras « rodillas endebles » (Isaías 35:3, RV95).
También nos recuerda que no debemos temer, porque Dios vendrá y nos salvará (vers. 4). ¡Qué hermosa promesa para comenzar este día!
« La esperanza de la vida eterna no se ha de recibir por motivos frágiles »
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