miércoles, 21 de abril de 2010

Frente a una gran necesidad

El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío » (Salmos 91:1-2).

El texto de hoy presenta una de las promesas más apreciadas por los cristianos. Lo he escuchado en medio de una tormenta, cuando los pequeños corren a buscar a sus padres o a sus hermanos mayores mientras el vendaval abre y cierra las puertas y sus rostros temerosos son iluminados por los relámpagos. Lo he escuchado de algunos pasajeros de avión en medio de una turbulencia. Lo he escuchado en los labios de personas perseguidas que corren buscando que alguna puerta se habrá. También lo he escuchado en labios de jóvenes despreciados por su familia por aceptar a Cristo.

Recuerdo uno de los himnos que más conmueven y cuyas palabras vienen a mi mente también cuando estoy en tiempos de gran necesidad:

«Roca de la eternidad,

Fuiste abierta para mí;

sé mi escondedero fiel;

solo encuentro paz en ti,

rico, limpio manantial

en el cual lavado fui ».

«Al abrigo del Altísimo [...] bajo la sombra del Omnipotente […] Esperanza mía y castillo mío, mi Dios, en quien confiaré » (Salmos 91:1-2 RV95). Palabras muy «pesadas » como acostumbran a decir los jóvenes.

Sí, tienen todo el peso de las promesas de Dios. El día de hoy podrías enfrentar una crisis que inicialmente te llene de temor. Quizá te sorprenda antes de salir de tu casa, o mientras te encaminas al trabajo o a la escuela.

Pero si sabes que Dios te abrirá las puertas, cualesquiera que sean las circunstancias, podrás «habitar » y «morar » con Dios y hacer tuyas la esperanza y la fortaleza que él ha prometido.

« Pero si miran hacia arriba, no hacia abajo a sus dificultades, no desmayarán en el camino »

No hay comentarios: