Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vénganlos años en que digas: « No encuentro en ellos pacer alguno » (Eclesiastés 12:1).
La juventud es la primavera de la vida. La primavera es bella y hermosa. Durante la primavera todo en la naturaleza parece despertar a nueva vida. En las regiones tropicales no se ve mucho la diferencia, pero no así en zonas templadas y en las regiones frías de ambos hemisferios, donde el invierno es crudo y largo.
Si la juventud es la primavera de la vida, entonces, ¡qué bella y hermosa es la juventud! Los que una vez fuimos jóvenes y hermosos llegado a la madurez y la vejez, ¡con cuanta nostalgia añoramos los años pasados!, cuando todo en la vida era un encanto, desafíos, aventuras y logros.
Pero un peligro que enfrentamos en la juventud es olvidarnos de la cantera de donde fuimos cortados. Nos olvidamos de Dios y vivimos como si fueramos los dueños absolutos de nuestra vida y destino. Es en la juventud cuando el joven y la señorita suelen apartarse del camino y, como el hijo menor de la parábola, abandonan la casa paterna para dilapidar su fortuna y vivir « desenfrenadamente » (Lucas 15:13); « viviendo perdidamente », (RV95).
Algunos como « hijo perdido » (« hijo prodigo», RV95), tendrán la oportunidad de regresar al hogar, y ser restaurados completamente; pero otros no la tendrán. ¿Por qué? Porque no poseerán la facultad de acordarse. El recuerdo se ha borrado de la mente. El pecado ha hecho su obra destructiva y ya no hay medio alguno para restaurar lo que el pecado ha destruido.
Pero hoy, justamente ahora mismo, la Palabra de Dios te invita a acordarte de tu Creador, antes que vengan esos malos días, cuando ya no habrá paz para el alma, y la luz de la esperanza se haya apagado para siempre.
No dejes para mañana la decisión de volver a Dios si te has aparatado de la senda. No temas, tu Padre espera con los brazos abiertos. Él se gozará y hará fiesta, pues « les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse » (Lucas15:7).
« Jesús desea el servicio de los que tienen el rocío de la juventud. Quiere que seas heredero de la inmortalidad »
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