Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumplan con esto, me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco, que perezca! (Ester 4:16).
Era un día común y corriente en la ciudad de Guayaramerín, Bolivia. Como era la época de las lluvias, Ruan Swanepoel, había aprovechado la mañana soleada para realizar los últimos trámites de la residencia migratoria para él y ocho de los misioneros que trabajaban en una escuela secundaria con internado ubicada a treinta kilómetros de esa ciudad.
El trámite consistía en llevar a un agente de policía al internado para comprobar el domicilio de los misioneros y llenar los papeles correspondientes. Ruan estaba agradecido de que no llovería, ya que tenia que viajar en motocicleta.
El primer milagro fue descubrir que los nueve tenían documentos legalizados para ese trámite. Agradecido, Ruan recorrió al agente de policía y emprendieron el viaje. No habían avanzado mucho cuando vieron que se aproximaba un fuerte aguacero. Ante la situación, el policía le recomendó regresar a la ciudad e intentarlo otro día.
Ruan no tenía opción. Si no alcanzaba a cumplir con el trámite aquel mismo día, los misioneros tendrían que pagar una multa ó abandonar el país.
Había que tomar una decisión. A Ruan no se le ocurrió otra cosa sino orar con el policía y pedir un milagro. Pero ¿Qué podía pasar si Dios decidía no hacer nada? Su fe pendía de un hilo y su credibilidad se hallaba en juego. Decidió arriesgarse e invito al uniformado a orar. El hombre lo miraba con incredulidad pero en silencio.
Así avanzaron, la lluvia se veía cada vez más cerca formando una impresionante cortina frente a ellos. Empezaron a sentir las gotas. De pronto, en el cielo apareció un pequeño claro azul entre las nubes negras, y empezó a moverse mientras ellos avanzaban. Justo al pasar por la lluvia el claro quedó sobre ellos y pasaron sin mojarse.
¿Cuántas veces Dios no hace grandes milagros porque nosotros no estamos dispuestos a confiar en sus promesas? Arriésgate hoy por Cristo. Y puedas decir con confianza: « Y si yo perezco, que perezca».
« Para hacer nuestra la gloria de Dios, debemos desempeñar nuestra parte»
Bendiciones…
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