miércoles, 22 de diciembre de 2010

Papá no estará esta Nochebuena


Desde las colonias más humildes de la ciudad, desde Tierra Nueva hasta La Florida y Villa Hermosa, el advenimiento de la Navidad evidencia la cara más dura de la violencia.

Estos rostros son los de viudas e hijos de pilotos asesinados en ataques armados, uno de los oficios al que la obligatoriedad del pago de extorsiones ha convertido en uno de los más peligrosos del país, con más de dos choferes muertos cada semana.
Mujeres y niños a quienes se une el golpe psicológico de una muerte violenta y la dificultad de salir adelante. Viudas que en su mayoría se dedicaron a criar a sus hijos y no tenían oficio hasta la muerte de su marido, y que actualmente a duras penas obtienen unos quetzales lavando y planchando para comprar los alimentos diarios.
Terminan trabajando en buses
La Secretaría de Bienestar Social ofrece a estas mujeres un importe de Q300 al mes por hijo, durante un período de dos años. Sin embargo, el hecho de que muchos de los pilotos tuvieran más de una conviviente dificulta la entrega de los pagos. La lentitud del Registro Nacional de las Personas (Renap) en la papelería también ha causado que más de una haya tenido que esperar durante meses la entrega del monto.
La necesidad económica de estas viudas, con oportunidades laborales casi inexistentes y consiguientes reparos para comprar los útiles escolares, obliga a que los niños dejen los estudios tras la muerte de su padre y, en muchos casos, por ser hijos de pilotos, terminan trabajando en las camionetas.
Este es el caso de Laura Letizia Pérez, a quien la muerte de su marido, en el 2007, la sorprendió con cuatro hijos y ninguna preparación. Ahora uno de los niños ya trabaja como ayudante; otros dos también ayudan en las camionetas por la mañana.
Según datos ofrecidos por el Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), 127 pilotos fueron asesinados en el 2010 —509 fallecidos desde 2006—; en su mayoría, por no haber pagado las extorsiones.
El mayor problema es que las autoridades retrasan las investigaciones. “La única salida es que investiguen los crímenes y que se empiecen a sentar precedentes, para evitar que se sigan cometiendo”, aseveró Mario de Polanco, director del GAM.
"Nos hace mucha falta"
"A veces pienso que me gustaría ser piloto como mi papá, pero otras veces pienso que es peligroso", dice Bryan Culajay Larios, de 14 años. Su hermana Lesli, de 9, también confiesa que a veces le gustaría ser piloto.

La muerte de su padre, Julio César Culajay —hallado muerto en el predio de los buses de la ruta 70, el 28 de marzo de 2009— supuso un enorme golpe emocional para esta humilde familia de Tierra Nueva 2. Desde entonces viven —con el hermano mayor, Gustavo Adolfo Larios, 20— en una diminuta habitación de la casa de su madre.
"Cuando murió quemamos la cama, nos deshicimos del ropero. Estábamos durimiendo en el suelo para no recordarlo mucho", cuenta la viuda Olga Larios, cuyos ojos bondadosos, al igual que los de sus hijos, brilla cada vez que recuerda a su esposo. "Nos prometieron una casa, pero nunca llegó.
Desde que murió mi papa estamos my tristes. Para Navidad quemábamos volcancitos y hasta estrellitas, ahora que no está hace falta, oramos por él.
Él nos compraba nuestros estrenos", recuerda Lesli.
"Los dos me bajaron mucho la puntuación en la escuela; Bryan decía que no podía conentrarse porque no paraba de pensar en su papá, decía que quería empezar a trabajar para ayudarme, pero no le dejo", afirma Larios.
La muerte de Culajay también truncó los estudios de Gustavo, hijo de Olga, a quien el difunto costeaba los gastos. "Quería estudiar Mecánica Automotriz, pero tuvo que empezar a trabajar. Empezó en los busitos amarillos, pero un vecino le ofreció trabajo en una librería, ojalá un día pueda ir a la universidad", comenta.
"Se mantiene en las camionetas y no lo vemos"
Maicoll Aguilar Pec, de 3 años, muestra una fotografía: "Mi mamá y la piñata", dice. Enseña más fotos, pero esa, en la que se encuentra entre los brazos de su mamá, aprieta con las manos y la pasea por la humilde cocina de la colonia La Florida, zona 19.

"Esa fotografía la mantiene siempre", comenta su hermana Melisa, de 8. A su lado, Kevin, de 10 años, vuelve serio la mirada hacia el suelo.
Estos tres hermanos y César Eduardo Pec Pec, 14, perdieron a sus papás hace tan solo dos meses. El 15 de octubre, cuando un ataque a un microbús de la ruta Tierra Nueva 1-La Florida, se llevó la vida del piloto José María Aguilar y de la ayudante Reina Odelia Pec.
Desde entonces, los tres hermanos se mantienen en la casa de una tía, Rosa Pec Puac, en donde viven 16 familiares. "Tengo que estar todo el día lavando, pero tengo otros cuatro hijos, y no alcanza", explica Rosa.
Un pastor evangélico les ofreció comprar los útiles para el colegio de los niños el año entrante. Melisa asegura que lo que más le gusta es estudiar, pero Kevin niega con la cabeza. "El año pasado ya no fui. Mi mamá me dijo que me saliera porque no tenía para los útiles", refiere.
Los hermanos Pec todavía no ha comenzado a recibir ninguna ayuda —tampoco saben qué hacer para pedirla— ni apoyo psicológico. Se mantienen silenciosos cuando hablan de sus padres y miran al suelo cuando se les pregunta directamente. La ausencia de sus padres en esta Navidad parece desanimarlos más. "El año pasado salimos a tirar cohetillos con mi papá, pero este año no sé lo que haremos", expresa Kevin.
Tampoco pudieron asistir al velatorio de su padre. "Él tenía otra esposa, quien no dejó que los niños lo vieran", comenta otra tía, Paulina Pec.
Su vida, confiesa la pariente, no cambió mucho tras la tragedia. "Sus papás trabajaban desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche, y nosotras los cuidábamos", dice.
Para el mayor de los hermanos, César, la vida cambió sustancialmente. "Se alejó un montón de nosotros. Dijo que quería ayudar a sus hermanitos y comenzó a trabajar de ayudante en la ruta 77. Desde entonces casi ya no viene. A veces trae leche o Q20, pero no quiere venir a dormir. Dicen que duerme en las camionetas. Hace ya ocho días que no lo vemos", manifiesta con tristeza Paulina.
"Pienso y pido a Dios que tengamos para la cena de Navidad"
María Victoria Ramírez no sabe si tendrá dinero para la cena de Navidad. Tampoco sabe si conseguirá lo necesario para pagar la renta de su humilde lote, en Prados de Villa Hermosa. El asesinato de su esposo, Hugo Eduardo Méndez, piloto de la ruta Prados-Villa Hermosa, el 20 de octubre del 2009, la dejó sola y con seis hijos; todos menores de 15 años.

María es originaria de Mazatenango, y su esposo, de Jutiapa, por lo que tampoco cuenta con el apoyo familiar. Por ahora, no ha logrado más trabajo que lavadas una vez por semana. Lleva más de un año sin agua, por no haber pagado la factura.
Más allá de las dificultades económicas, la muerte de su marido dejó una gran tristeza en sus hijos. "Mi hija de 16 años se regresó a vivir a Jutiapa, porque decía que no soportaba el dolor de la muerte de su papá; mi otra hija, de 15, también se marcha en Navidad. Dice que esta casa le trae muchos recuerdos", cuenta Ramírez.
Josué, 12; Hugo, 10; Delsy, 8; y Anyeli Noemí, 2, permanecerán en la casa. "Otra Navidad sin papá", comenta Hugo, a quien lo que más les gustaba era ir a quemar cohetillos, "Y nos daba paseos en el busito", agrega. Según la madre, todos irán a la escuela el año próximo, aunque aún no sabe cómo comprará los útiles. "El año pasado, con dos cuadernos los mandé, pero cuanto más grandes, más cosas les piden", expone Ramírez.
Por ahora la viuda recibe Q300 de ayuda por tres de los hijos. Sin embargo, la casa prometida no ha llegado, y la clínica que prestaba apoyo psicológico a los niños dejó de llamarla tras la cuarta sesión.
ENTREVISTA: "Son presas de la delincuencia"
"La necesidad, el sentimiento y la falta de oportunidades hace a estos niños presas fáciles de la delincuencia", explica Lilian Pérez, presidenta de la Asociación de Viudas de Pilotos, quien afirma que este es uno de los principales riesgos de estas familias.

- ¿Qué es lo que más cuesta a las familias cuando ocurre uno de estos crímenes?
Lo que más cuesta es la forma violenta en la que se produce. Es muy difícil, porque los niños preguntan. En algunos casos hemos escuchado el resentimiento que queda, el sentimiento de venganza, porque dicen que cuando sean grandes van a buscar a todos los que mataron a sus papás.

- ¿Cómo consiguen salir adelante?
Esto es lo más difícil. Son mujeres sin oportunidades, que en la mayor parte de los casos no han trabajado, no tienen estudio ni preparación. Hemos realizado unas capacitaciones con Intecap, pero para ellas, la falta de recursos para desplazarse es una limitante. Además, es muy difícil que alguien las contrate cuando dicen que viven en una zona roja o ya tienen más de 30 años —de edad—.

-¿Se ofrece algún apoyo?
De la Secretaría de Bienestar Social se da un apoyo de Q300 al mes por hijo, pero también está la responsabilidad de mandarlos a la escuela, porque muchas veces la necesidad hace que sus hijos de 13 ó 14 años comiencen a trabajar. Y como son hijos de pilotos, les dan trabajo como ayudantes en las camionetas, y eso nos preocupa mucho, ver el riesgo en el que están, porque están disponibles para que cualquiera pueda aprovecharse de la necesidad y la inocencia de ellos.


1 comentario:

carol dijo...

Qué tristeza leer estas historias, que horror saber que la pobreza y la desigualdad son el origen de tanta violencia, pobres patojos, se me salen las lágrimas de leer estas vida tan miserables y que nadie hace nada por ayudar a esta pobre gente para que salga adelante.