lunes, 6 de diciembre de 2010

Benevolencia verdadera

No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo (Proverbios 3:27).

Frente a la mesa servida para participar de los alimentos, casi siempre le digo al Señor: « Al participar de estos alimentos, miramos hacia ti con gratitud, y te ruego que nos ayudes a mirar a los demás con generosidad ». Todos los días tenemos oportunidades de hacer el bien. Sin embargo, el texto parece reconocer dos límites. La primera, es reconocer a quien lo merece. Y la segunda, parece que no todos y no siempre tenemos el poder para hacerlo.

Jesús abordó la primera limitante cuando fue requerido a dar una respuesta a una pregunta muy astuta: « ¿ Y quién es mi prójimo? » (Lucas 10:29). Así lo retó un intérprete de la ley. Jesús contó la conocida historia del buen samaritano para enseñar que nuestro prójimo es todo aquel que necesita nuestra ayuda; también todo aquel que haya sido afectado por el pecado; es más, es todo aquel que pertenece a Dios. En otras palabras... ¡Todos!

En cierta ocasión caminaba con un compañero por una de las calles. Sentado en la calle un mendigo solicitaba nuestra ayuda. Mi compañero me « ilustro » diciéndome que muchos de los que piden limosna, en realidad no son indigentes, sino que son personas que se aprovechan de la buena voluntad de la gente para vivir sin trabajar. ¿Pero cómo iba yo a saber que precisamente el que ahora nos solicitaba ayuda era uno de esos bribones?

El sacerdote « al verlo, se desvió y siguió de largo », y el levita, igualmente « al verlo, siguió de largo » (Lucas 10:32,33), en esta historia de la vida real, que convertida en parábola relató Jesús, los dos dirigentes religiosos hicieron un cálculo tan fino que decidieron pasar de largo frente al hombre herido a la orilla del camino. El samaritano, que finalmente lo recogió, no se puso a pensar si este hombre era también un ladrón, ni en el peligro que suponía que los asaltantes estuvieran apostados en las cercanías para agredirlo también a él y robarle todas sus pertenencias. Sencillamente, estaba ante su prójimo, que necesitaba ayuda y decidió brindársela. Hoy como casi todos los días, te encontrarás con alguien que necesite ayuda física, material o espiritual. ¿Pasarás sin ayudarlo?

« La persona impulsada por una benevolencia verdadera, desinteresada, participa de la naturaleza divina »

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