martes, 23 de noviembre de 2010

Nuestro cinturón de Seguridad

Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa (Hebreos 10:23).

Ayer te invite a disminuir la distancia con Dios. ¿Recuerda?: « Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe ». Acercarse a Dios es como pasar los controles de seguridad y entrar a la recamara intima de Dios. Ahora la invitación del versículo 23, de este mismo capítulo 10 de la Carta a los Hebreos, consiste en quedarse en ese ámbito de cercanía. Que la fe y la esperanza no tambaleen.

Cuando los Israelitas llegaron al borde de la tierra prometida, los informes de la mayoría de los espías estaban más cargados de dudas que de esperanzas: « No podemos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros ». Sus discursos fueron más poderosos que las consignas de fe de Josué y Caleb: « Subamos luego, y tomemos posesión de ella, porque más podremos nosotros que ellos » (Números 13:30, 31 RV95).

Como consecuencia, una generación de Israelitas quedo en el desierto por no haber mantenido firme la esperanza. No fue suficiente salir de Egipto al desierto; había que mantener la fe y seguir a la tierra prometida.

Hoy vivimos en un mundo cargado de dudas y conflictos. « Sin embargo, Dios no ha eliminado toda posibilidad de dudar. Nuestra fe tiene que reposar sobre evidencias, no sobre demostraciones. Quienes quieran dudar tendrán oportunidad de hacerlo; al paso que quienes realmente deseen conocer la verdad encontrarán abundante evidencia sobre la cual basar su fe ».

Así como los israelitas de antaño, tenemos evidencias maravillosas de la presencia de Dios, pero no nos faltan oportunidades para desconfiar. Mediante la fe podemos proyectar nuestra mirada al futuro y mantener nuestra confianza en las promesas de Dios.

Podemos experimentar un gozo anticipado al confiar en que las perplejidades que aquí nos quitaban el sueño serán aclaradas en el cielo.

« La fe aumentará si, cuando se halla en conflicto con dudas y obstáculos, los vence. La verdadera santificación es progresiva »

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