lunes, 2 de mayo de 2011

Reflexión


Todo en la vida tiene sus riesgos…

La realidad es que todo en la vida tiene sus riesgos.

Si usted quiere evitarse los riesgos, entonces no haga nada de lo que apunto a continuación:

No conduzca un automóvil. Son la causa del veinte por ciento de los accidentes fatales.

No viaje ni por aire, ni por tren, ni por agua. El dieciséis por ciento de todos los accidentes ocurren en esta actividad.

No camine por la calle. El quince por ciento de todos los accidentes ocurren allí.

No permanezca en su casa. El diecisiete por ciento de todos los accidentes ocurren en la casa.

En la vida no hay lugar seguro ni actividad sin riesgos. Helen Keller, escritora, conferenciante y defensora de las personas limitadas físicamente, dijo: «La seguridad es más que nada una superstición.

No existe en la naturaleza ni entre los hijos de los hombres como una experiencia global. A la larga, evitar el peligro no es más seguro que exponerse a él. La vida es una aventura atrevida o no es nada».

Todo en la vida demanda riesgos.

Es cierto que usted corre el riesgo de fracasar si intenta algo audaz porque puede perderlo. Pero también corre el riesgo de fracasar si se mantiene inactivo y no intenta nada.

G. K. Chesterton escribió: «No creo en un destino que cae sobre el hombre cada vez que actúa; pero sí creo en un destino que cae sobre él si no actúa».

Mientras menos se atreva, mayor será el riesgo de fracasar. Irónicamente, mientras mayor es el riesgo a fracasar (y realmente fallar), mayores son las probabilidades de tener éxito.
(The Joyful Noiseletter.)
(Maxwell, John C.: El Lado Positivo Del Fracaso; Failing Forward. Thomas Nelson, Inc., 2000; 2003, S. 149)



Diligencia, Pro-actividad y atreverse a tomar riesgos es el desafió constante que Dios presenta a sus hijos. Porque él es Dios de Riesgos y desafíos. Dios tomo riesgos al encarnarse y tomar forma de siervo para que nosotros estemos conectados con él. Toma hoy tus riesgos.


Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.      Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.     Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre.
 Filipenses 2:6-9

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