jueves, 25 de noviembre de 2010

La unión del equipo

No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que aquel día se acerca (Hebreos 10:25).

En la iglesia Cristiana primitiva los seguidores de Jesús fueron dispersados por causa de la feroz persecución que se desató contra el cristianismo. Los primeros creyentes se reunían en hogares, debajo de un árbol o en las montañas en condiciones bastante incómodas. Hoy, en cambio, los avances democráticos han permitido que los adoradores puedan congregarse en las iglesias y centros religiosos en un marco de libertad; aunque no en todos los lugares.

Así, nos reunimos en el templo varias veces por semana. Abrimos las puertas por que queremos que otros tengan la oportunidad de escuchar el mensaje del evangelio, también porque es un escenario para reanimarnos en nuestra vida espiritual.

Si perteneces a un equipo deportivo sabes bien cuán importante es que no faltes a los entrenamientos. Así llegas a relacionarte con tus compañeros, conoces su estilo de juego, predices el proceso de su pensamiento ante diferentes circunstancias del juego; y además, los entrenamientos te permiten anticipar una buena jugada que puede marcar la diferencia en el partido. También llegas a conocer mejor a tu entrenador e identificarte con él. La reunión del equipo fortalece y acrecienta la unión, tanto en lo personal, como lo que es más importante, en la acción.

Al reunirnos en la iglesia practicamos lo que será la vida de unión y acción eterna fraternal en la tierra nueva. El mayor y más efectivo de los estímulos para asistir a la iglesia es el encuentro con Cristo en su casa de oración. ¡Un encuentro con nuestro Señor y Salvador!

« Dios es superior y santo; y para el alma humilde y creyente su casa en la tierra; el lugar donde su pueblo se reúne para adorarlo, es como la puerta al cielo »

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