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No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Hasta cierto punto, es natural que a un joven cristiano le llame la atención los entretenimientos y los atractivos de la vida secular. ¿Sabes por qué? Porque para ti, para mí, es más fácil portarnos mal que portarnos bien.
Lo más fácil es que te amoldes al mundo y empieces a beber alcohol, fumar e iniciar una vida sexual prematura. ¡Pero es muy sencillo! No se necesita ser muy listo para hacerlo; más bien, solamente tienes que dar rienda suelta a tus propios instintos. El verdadero desafío está en ir en contra de la corriente, es decir, en contra de tu propia naturaleza humana. ¡Pero nunca vas a lograrlo sin la verdadera transformación de tu corazón! Y eso únicamente Dios lo puede dar.
La clave está en las siguientes palabras: « Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tiene, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes » (Ezequiel 36: 26,27).
¡Qué maravillosa promesa! No obstante, ten cuidado. Ser cristiano no consiste en un esfuerzo especial para vivir « navegando contra la corriente », o en que te comportes de una manera antisocial y chocante delante de los demás, ni en que te conviertas en el centro de las críticas.
Con eso solo traerás oprobio al evangelio.
No se trata de ser diferente por el merito hecho de serlo. Si buscas el protagonismo lo pasarás mal. Mejor haz de Jesús el centro de tus acciones.
« Andando día tras día en la luz que él nos envía […] nuestras experiencia crece […] hasta que alcanzamos la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo Jesús »
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