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El señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias (Salmo 28:7)
¿puedes hacer una lista de las tareas en las que Dios te ha ayudado? Alejandro García Santos, recita este versículo cada vez que va a salir de su casa. Él asegura que Dios lo libró de la muerte en un accidente automovilístico. Está seguro que se trató de un milagro.
¿Tienes conciencia de las veces que has sido librado de la muerte? Recuerdo una situación de peligro que sucedió cuando apenas tenía seis años y vivía en Santiago Papasquiaro, México. Íbamos caminando de una casa a la otra siguiendo una barda de concreto, así que abanábamos con mucho cuidado, sin embargo, me resbalé. Hasta hoy creo que mi ángel guardián me protegió porque milagrosamente me sujeté como pude a la pared. Uno de mis amigos mayores me ayudó a subir. Abajo había piedras muy afiladas. Siempre que recuerdo ese incidente, pienso que Dios me ayudó y me libró de la muerte.
Dios está dispuesto a ayudarte en tus tareas cotidianas, como entender mejor algunas materias que se te dificultan, mejorar las relaciones con tus padres, conocer a alguien especial con quien compartir tu vida, etcétera. Lo importante es que siempre recordemos que a Dios le importan todas nuestras preocupaciones, por sencillas que sean; ¡y lo mejor de todo es que nos puede ayudar a solucionarlas!
David tenía una relación muy íntima con Dios, la cual se revela en sus palabras: « No te desentiendas de mí » (Salmos 28:1). Es como decir: « ¡No me dejes luchar solo! » ¡No me abandones cuando más te necesito! » ¿Pero acaso el Señor nos deja solos en algún momento? ¡No! No obstante, ese tipo de sensaciones ocurre cuando las preocupaciones de la vida nos agobian y perdemos de vista que Dios siempre está a nuestro lado. Hoy podemos salir a cumplir nuestros deberes con la seguridad de la ayuda de Dios.
« Él mora en nuestros corazones cuando nos apropiamos individualmente de la fe »
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